sábado, 30 de enero de 2016

Maduro vs Obama: duelo de palabras

¿Qué puede surgir del choque de una nube chavista y una nube imperialista? Seguramente, una copiosa lluvia de sílabas. A mediados de enero de 2016, los presidentes Nicolás Maduro y Barack Obama presentaron sus mensajes anuales frente a sus respectivos parlamentos. Lo que se presentará a continuación son las “nubes de palabras” que destacan los términos más utilizados por ambos líderes políticos en sus discursos.

El venezolano habló por más de tres horas. El norteamericano, solo 59 minutos. El líder bolivariano jamás mencionó la palabra “corrupción”. En cambio, en 21 oportunidades nombró al fallecido comandante Hugo Chávez y en otras 16 al jefe de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup.

El vocablo “inseguridad” tampoco brotó de los labios del dignatario criollo. Sí se refirió en una sola ocasión a la “violencia criminal”, dijo tener planes para combatirla y se excusó de no ofrecer mayores detalles para “ir al elemento que creo central y más importante de la respuesta que tenemos que dar a la situación económica”.

Para Obama, se trató de su último discurso sobre el Estado de la Unión. Este año serán las elecciones presidenciales en Estados Unidos y en 2017 la Casa Blanca tendrá otro inquilino. En el caso de Maduro… su periodo constitucional llega hasta 2018.

Aquí está la "nube de palabras" del discurso pronunciado por el presidente Nicolás Maduro el 15 de enero de 2016 ante la Asamblea Nacional:

Y aquí la "nube de palabras" que dejó el mensaje sobre el Estado de la Unión ofrecido por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el 13 de enero de 2016 en el Congreso norteamericano:



sábado, 2 de enero de 2016

Chúo Torrealba: "Está en marcha una crisis que puede acabar con el país"

Jesús Torrealba resta dramatismo al debate "Maduro sí, Maduro no". (Foto tomada de Descifrado.com)


“Chúo” sigue. Antes del 6 de diciembre, Jesús Torrealba declaró que tras las elecciones parlamentarias abandonaría la secretaría ejecutiva de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) para retomar sus tareas y proyectos como comunicador popular. Sin embargo, ahora el fundador de “Radar de los Barrios” se da un nuevo plazo y confirma que se mantendrá al frente de la coalición opositora para encarar una etapa que –presume – puede ser una de las más críticas en la historia de la República.

“Estaré al servicio de la Unidad el tiempo que la Unidad considere que sea pertinente y útil que yo como armador de juego y como vocero siga apoyando las políticas del campo democrático. Creo que esto pudiera extenderse por lo menos hasta el primer semestre de 2016”, se traza como meta Torrealba, quien opina que lo que en estos momentos está en juego no es la continuidad de la revolución chavista, sino la existencia de Venezuela.

- ¿Cómo debe abordar la MUD esta nueva etapa?

- La Unidad debe reinventarse. No es lo mismo unirse para resistir y oponerse que unirse para legislar y gobernar. A la Unidad le hace falta un redimensionamiento que ya se empezó a producir, por eso fue que logramos la victoria. La Unidad se ha ido transformando en el camino. Hace dos años le preguntabas a cualquier vocero qué era la Unidad y te respondía “somos un espacio de articulación, somos un punto de encuentro”. En plena crisis política no hacía falta un espacio de articulación sino una dirección política del campo democrático y fuimos avanzando hacia eso. Logramos definir un espacio de dirección colectiva que luego se transformó en comando de campaña y que logró la victoria del 6 de diciembre. Ese proceso de reinvención de la oposición está en marcha, y pienso que se debe acentuar porque la naturaleza y profundidad de la crisis que enfrentamos se ha agravado considerablemente en cosa de semanas.

- La crisis del proyecto nacional.

- Veníamos alertando acerca de la posibilidad de que en Venezuela se presentara algo similar a una crisis humanitaria, señalando los escasos inventarios de alimentos y medicinas, el colapso de los servicios públicos, y una cosa brutal que es que el desplome de los mecanismos de sostenimiento económico del venezolano ha transformado el tradicional tema de la inseguridad en una criatura extraña y terrible. Antes el tema de los transgresores de la ley era un asunto de los inadaptados, ahora se trata de que la sociedad venezolana está en una suerte de todos contra todos por la sobrevivencia. Hay gente que está siendo asesinada por una bolsa de comida. Todo eso era una tragedia, que ahora se encuentra en un marco mucho peor.

Estamos inventariando dos nuevos datos. El hecho de que la Reserva Federal de Estados Unidos ha elevado el costo del dinero. El Estado venezolano viene de administrar un millón de millones de dólares de la renta petrolera y al final de la fiesta, no tenemos ahorros pero sí tenemos deudas en dólares que ahora serán más caras. Y eso ocurre al mismo tiempo en que nuestro ingreso petrolero cae nuevamente y el presidente de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), Eulogio del Pino, menciona la palabra “catástrofe” para describir lo que podría ser un escenario muy probable en el primer trimestre de 2016. Todo esto sin mencionar que los acuerdos de París (Cumbre sobre el Cambio Climático) ubican que esa situación que Del Pino clasifica de catástrofe no es un hecho puntual sino una tendencia que podría cubrir los próximos 15 años. Es decir, 200 países en el mundo se pusieron de acuerdo para reducir drásticamente el consumo de petróleo y de carbón y decidieron invertir 100 mil millones de dólares para promover energías alternativas. No se trata de una coyuntura cruel, se trata de que la dinámica del mundo va en una dirección contraria a los intereses de un país que hoy vive única y exclusivamente del petróleo porque todas las demás exportaciones este Gobierno las acabó al destruir nuestro aparato productivo. Nos enfrentamos a la posibilidad de un cambio civilizatorio del paradigma energético de la humanidad.

- ¿Y qué debe hacer Venezuela para enfrentar ese panorama?

- Tenemos una situación muy dura, frente a la cual no cabe echarse a llorar. Venezuela tiene posibilidades de transformar esta crisis en una oportunidad muy importante para redefinir su proyecto como país y a Venezuela como “marca” en el mundo. Tenemos una renta que siendo menor que en otros años, es una renta muy importante que ya quisieran muchos otros países tener para motorizar proyectos de desarrollo. Además, tenemos apenas 30 millones de habitantes y un territorio lleno de recursos susceptibles de transformarse en riqueza si a eso se aplica trabajo y tecnología. Tenemos cómo resolver esto de manera creativa y eficiente, pero eso depende de dos cosas: 1) Que tengamos la capacidad de entender que estamos frente a un paradigma completamente nuevo. Son generaciones enteras de venezolanos que tienen una suerte de pecado original en el alma, aquel editorial de Uslar Pietri de que tenemos que sembrar el petróleo, y resulta que el petróleo no lo sembramos sino que lo rumbeamos. Pues bien, ahora resulta que ni siquiera te lo vas a poder rumbear porque hay un nuevo paradigma energético en el mundo; y 2) convocar al país, a todo el país, para la redefinición del proyecto nacional. Eso es vital hacerlo y quien puede hacerlo es el Gobierno, que es la expresión política del Estado.

- ¿El Gobierno del presidente Nicolás Maduro tiene esa capacidad?

- Tenemos un Gobierno que no es capaz de convocar ni a sus propios simpatizantes. Todo esto nos lleva a una constatación: la crisis de 2016 no se resuelve a partir de definir o no la estabilidad de un Gobierno, aquí lo que está en juego es la viabilidad del país en el corto y mediano plazo. Por eso suenan tremendamente irresponsables los discursos que puedes ubicar en el oficialismo. Yo comprendo el estado de confusión que hay en el oficialismo frente a lo ocurrido el 6 de diciembre, el impacto fue muy duro, rodaron todos los liderazgos regionales y nacionales del oficialismo, pero lo grave es que las primeras reacciones que allí se producen están atrozmente desvinculadas de la realidad.

Un Diosdado Cabello (presidente de la Asamblea Nacional) jugando a que todo implosione porque para él lo único importante era su permanencia en el cargo y, entonces, no le importa que el país colapse, como aquella dinámica de Hitler de que si él perdía la guerra, que el mundo también se acabara. El tema de Jorge Rodríguez, una persona triplemente derrotada como dirigente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), jefe del comando de campaña y alcalde de Caracas, que en vez de decir que el comando no estuvo a la altura y asumir la responsabilidad, desarrolla un discurso escatológico. El señor Maduro sabe que aunque la víctima es Diosdado, el repudiado es él. Nadie quiso votar por los candidatos de Maduro, nadie quiso creer en la tesis de Maduro de la guerra económica, nadie creyó el cuento de que es hijo de Chávez. Mientras tienen ese discurso ampuloso y violento, está en marcha una crisis que no solamente se puede llevar por delante al Gobierno, sino que puede acabar con el país. Esa es la responsabilidad que tenemos en este momento.

-   En ese escenario, el reto de la oposición es aún mayor.

El tema de fondo es cómo nosotros desde esta nueva responsabilidad que tenemos, por ser la primera fuerza política del país, hacemos esa convocatoria que el Gobierno no tiene capacidad de hacer. Hacemos esa convocatoria incluso a los sectores del Gobierno que ya empiezan a insinuarse. Tengo la certeza de que en semanas o meses verás a elementos dentro del ámbito del oficialismo que van a comprender la naturaleza y profundidad del problema que tenemos por delante. Lo que no tengo claro es si tendremos esas semanas o meses, de allí nuestra preocupación y por eso lo intenso de nuestro trabajo.

- ¿La resolución de la crisis venezolana pasa por la salida inmediata de Maduro? Fuerzas de la Unidad proponen abordar ese debate lo antes posible.

Sobre el tema “Maduro sí, Maduro no”, yo le quito todo dramatismo a ese punto. Donde hay drama no hay lucidez. A finales de agosto, cuando planteamos cuál sería nuestra agenda para el primer semestre de 2016, dijimos que nuestro foco estará en la amnistía y la reconciliación nacional, y luego en la construcción de soluciones eficientes al drama económico y social. Si el Gobierno obstaculiza o sabotea ese proceso de construcción de soluciones, evidentemente tendremos que hacer uso de las herramientas que plantea la Constitución para resolver un conflicto de esa naturaleza. Esas herramientas son claras: la enmienda, la reforma constitucional para acortar el periodo, el referendo revocatorio o la Asamblea Constituyente.

Pero, repito, eso es lo que planteamos en agosto. De agosto para acá esto se ha intensificado tanto que no dudamos de que en un lapso más bien breve tengamos voces dentro del oficialismo que estén planteando la necesidad de hacer frente a lo que se nos viene encima con una redefinición política, que le permita al país efectivamente hacer esa convocatoria que necesitamos. Eso sería todo lo contrario a lo que está pasando hoy. Te pongo dos ejemplos: En Catia buscaron hacer un operativo de venta de alimentos, pero intentaron condenar a algunos vecinos a no comprar porque ellos habían votado por la oposición. Por supuesto, el conflicto que hubo allí fue de marca mayor. Luego, en el sector Simón Rodríguez pretendieron hacer dos colas, una para oficialistas y otra para opositores, y al final hubo una sola después de que la gente demostró tener más sentido común que el Gobierno. Cuando necesitamos tremendamente de una unidad nacional redefinida frente a esta crisis, lo que queda del Gobierno está pretendiendo mantener la división de la sociedad y a hasta a los propios oficialistas los divide entre leales y traidores. Un Gobierno que se maneja de esa manera no tiene ninguna posibilidad de éxito en una convocatoria como la que hay que hacer.

-  Entonces, ¿cuál es la salida?

- Creo que debe ocurrir algo parecido a lo que pasó el 6 de diciembre. El 6 de diciembre terminó en paz porque hubo tres actores que actuaron de manera coincidente: el civismo del pueblo venezolano, el compromiso constitucional de la Fuerza Armada Nacional (FAN) y la vigilancia de la comunidad internacional. Esos mismos tres factores van a operar sobre el 5 de enero para que esa fecha sea una extensión del 6 de diciembre. Pero más allá del 5 de enero, viene un nuevo proceso donde los actores políticos y sociales tendrán que reencontrarse con la política.

La política es la palanca para solventar diferencias, construir objetivos comunes y avanzar de manera sistemática hacia el logro de ellos. Tenemos 17 años sin política, lo que hemos tenido es un bullying elevado a la condición de política de Estado. Eso demostró que es absolutamente inservible. Y ahora que nos estamos jugando la supervivencia como país, pues menos que menos. Soy cautelosamente optimista, creo que aquellos elementos que piensan que no importa que el país se incinere con tal de que ellos reinen sobre las cenizas, seguirán siendo abandonados hasta por sus propios seguidores más cercanos. Creo que nadie los acompañará en ese proceso y por eso es que hoy ves que hay dos caminos entre el 6 de diciembre y el 5 de enero. En un camino está la mayoría del país, que ha experimentado básicamente una sensación de alivio, y en el otro hay un sector muy pequeño que está experimentado el reconcomio, la vendetta, la revancha y el despecho. Tú ves a este trío lamentable (Maduro, Cabello y Rodríguez) articulando un discurso que no sigue absolutamente más nadie.

- ¿Cómo evitar que las diferencias internas y los proyectos individuales terminen por descarrilar a la Unidad?

-  Los éxitos que hemos obtenido se deben a la conjunción de dos fuerzas fundamentales. En primer lugar, la presión que ha hecho la ciudadanía. Tan consistente fue la ciudadanía en esa demanda que el 6 de diciembre no solo fue evidente la derrota completa del oficialismo, sino como el pueblo le pasó por encima a todo aquel que pensó que su ego era más importante que la Unidad. Todo aquel que se atrevió a poner por encima del interés unitario sus particulares demandas, por justas que fueran, terminó arrasado por la gente.

Por otro lado, un nivel importante y cada vez más asertivo de madurez en las decisiones políticas. Los partidos asumieron que las primarias arrojaron un nuevo mapa que ubicó a cuatro fuerzas de ámbito nacional –Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo- con la responsabilidad de incorporar a los demás y de armar juego. Eso nos transforma en un espacio de dirección política y eso es un ejercicio de madurez. Los partidos políticos tienen que entender que siguen estando en estado de necesidad, que el pueblo les sigue exigiendo unidad y que todo aquel que se desmarque de eso será pulverizado por la opinión pública.

Este proceso de construcción de madurez por parte de las direcciones políticas tiene que intensificarse y tiene que hacerse más rápido y expedito. Todas nuestras decisiones hasta el 6 de diciembre estaban siendo facilitadas por un aliado muy importante: Nicolás Maduro. Era ponerse de acuerdo para defendernos de sus abusos y trabajar en construir la alternativa a ese estado de cosas. Todas las decisiones nos condujeron al éxito, pero tenemos que asumir con humildad que eran comparativamente más sencillas que lo que viene ahora. Ahora no se trata de “oponerse a”, sino de proponerle al país un camino que lo haga viable. Esta dirección política tiene que dar un salto cuántico en su capacidad de liderazgo hacia el país y de conducción hacia lo interno.